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«Travellings hipnóticos, Viena soñada y un amor que solo existe en la memoria»
Introducción
-«Cuando leas esta carta puede que haya muerto…»-
El Hollywood de posguerra encontró en Max Ophüls a un estilista capaz de transformar la emoción en movimiento: su cámara no solo observa, baila. Carta de una desconocida es el mejor ejemplo de esa poética: la pasión silenciosa de una mujer se revela a través de puertas que se abren, escaleras que se descienden y recuerdos que flotan como si el tiempo fuese un decorado en perpetuo travelling.
Basada en la novela corta de Stefan Zweig, la película levanta una Viena de ensueño en platós californianos para contar un amor unilateral, casi espectral. No es solo un drama romántico: es una meditación sobre la memoria, la identidad y la cortesía como máscara, donde cada encuadre parece una despedida.

Datos técnicos
- Título original: Letter from an Unknown Woman
- Título en español: Carta de una desconocida
- Año: 1948
- Duración: 86–90 min aprox.
- País: Estados Unidos
- Director: Max Ophüls
- Guion: Howard Koch (a partir de Stefan Zweig)
- Música: Daniele Amfitheatrof
- Fotografía: Franz Planer
- Montaje: Ted J. Kent
- Productora / Distribución: Rampart Productions / Universal
- Reparto principal:
- Joan Fontaine — Lisa Berndle
- Louis Jourdan — Stefan Brand
- Mady Christians — Sra. Berndle
- Marcel Journet — Johann Stauffer
- Art Smith — John (el criado)
- Carol Yorke — Marie
- Fecha de estreno (referencias históricas): 28 de abril de 1948 (estreno en Nueva York); septiembre de 1948 (lanzamiento general en EE. UU.).
Trama
En la víspera de un duelo que pretende eludir, el pianista Stefan Brand recibe una larga carta anónima. En ella, una mujer —Lisa— le confiesa un amor que nació cuando era adolescente y que sobrevivió a los años, a la distancia y al olvido de él. La carta es un mapa de la ciudad y de la memoria: portales, tranvías, teatros y paseos nocturnos que devuelven a la vida un romance vivido a destiempo.
A medida que avanza la lectura, Stefan comprende que la desconocida marcó tres encuentros decisivos en su biografía y que incluso compartieron un hijo cuyo destino ignoraba. La revelación llega tarde: la misiva es póstuma. Entre la culpa y la dignidad, el músico decide enfrentarse al amanecer… y a su responsabilidad.
Producción y rodaje
El proyecto nació en Rampart Productions, la compañía de Joan Fontaine, que impulsó la adaptación con John Houseman en la producción. Ophüls, recién asentado en Hollywood, recreó la Viena de fin de siècle en platós de Universal con decorados de gran profundidad (calles, cafés, teatros, estaciones) pensados para su firma autoral: largos travellings, paneos envolventes y movimientos de grúa que cosen los recuerdos de Lisa en una sola respiración. La fotografía aterciopelada de Franz Planer perfila luces y veladuras para sugerir más que subrayar, mientras la partitura de Daniele Amfitheatrof alterna motivos elegíacos y valses que refuerzan el latido nostálgico.
Anécdotas y curiosidades
- Fontaine no solo protagonizó: como socia de Rampart, tuvo voz en el enfoque de la adaptación y en la elección de Ophüls.
- Louis Jourdan, entonces una promesa, encontró aquí el papel que lo consolidó como figura de romanticismo ambiguo en Hollywood.
- La estructura en marco (la carta/duelo) permite a Ophüls convertir la memoria en acción: circularidad de motivos (puertas, escaleras, viajes en carruaje) y coreografías de extras que “mueven” la ciudad alrededor de Lisa.
- El rodaje explotó decorados modulares conectados entre sí para facilitar planos secuencia, minimizando cortes y favoreciendo la respiración del relato.
- Inicialmente, el film tuvo recepción comercial discreta, pero fue revalorizado por la crítica y hoy se considera una cumbre del melodrama clásico.

Premios y reconocimientos
- Canonización crítica sostenida en libros, retrospectivas y listados de cine clásico.
- Selección para el National Film Registry de EE. UU. (1992) por su importancia “cultural, histórica y estética”, que garantiza su preservación a largo plazo.
Conclusión
Carta de una desconocida (1948) es el raro caso en que la forma es el sentimiento: la cámara de Ophüls piensa y ama con Lisa. Entre la delicadeza de Fontaine y el magnetismo distante de Jourdan, la película convierte el amor no correspondido en una experiencia física de espacio y ritmo. Sigue viva porque habla de lo que recordamos y de aquello que nunca terminamos de decir.
¿Por qué verla hoy?
Porque pocas películas han filmado el recuerdo con tanta elegancia. Si amas el cine clásico, aquí encontrarás una lección de puesta en escena, de actuación contenida y de cómo un relato íntimo puede volverse universal sin alzar la voz.

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