EL REY DEL JUEGO
-El diablo sabe más por viejo que por diablo-
Por Antonio Morales
EL REY DEL JUEGO. Es la primera impresión que me produce esta película, pues queda bien claro que la experiencia es sabiduría en todos los ámbitos de la vida, es un bien heredado de los errores cometidos y las vivencias no siempre agradables, de los duros momentos superados con dolor y las sabias rectificaciones. «El rey del juego» (The Cincinnati Kid) filmada en 1965, es un convincente ejemplo de todo lo mencionado con anterioridad. Emparentada en cierta forma con «El buscavidas» (The hustler), donde se abordaba el mundo profesional del billar, pero inferior a la de Robert Rossen.
Se trata de una historia de timbas y tahúres donde se fuma mucho, se duerme poco y viviremos una partida de póker memorable donde se gana o se pierde todo. Una trama sobre el mundo del juego, el póker descubierto de apuestas, sobornos, naipes oportunos, amores turbios, ambición desmedida, y una merecida lección pendiente.
Me hubiera gustado ver el resultado si la hubiera dirigido Sam Peckimpah, era el elegido pero que, desistió por diferencias insalvables con el productor en desacuerdo, pues pretendía filmarla en blanco y negro. Aunque Norman Jewison era eficaz y se solía aplicar bastante bien, lo hizo en «En el calor de la noche» y «El violinista en el tejado«, aquí está acertado sobre todo en el tramo final con esa decisiva partida llena de tensión.
La presentación y desarrollo de los personajes me parece algo desigual, por ejemplo en el comportamiento sentimental de «Kid» con las dos mujeres y la inexpresividad habitual de Steve McQueen, pero Ann-Margret está deliciosa de mujer fatal y provocadora, Karl Malden lo borda con ese físico tan peculiar, pero una vez más, el que está asombroso es Edward G. Robinson que se merienda a todos con un derroche de talento brutal, qué miradas y qué conversaciones tan descriptivas de un anciano que utiliza su experiencia y humildad para asestar una soberbia lección de temple y saber estar ante el joven aspirante, cuya arrogancia y ambición le jugarán una mala pasada.
La acción se localiza en Nueva Orleans (Louisiana) en los últimos años 30. Narra la historia de un joven (Kid), de unos 30 años, aficionado a las cartas y las mujeres, pero sin comprometerse con el amor, que se enfrenta en una mesa de póquer al mejor jugador del momento, Lancey Howard (Edward G. Robinson), para arrebatarle el prestigio de ser «El rey». Dos mujeres, Melba Nail (Ann Margret) y Christian (Tuesday Weld) luchan por conquistar su corazón.
La película está dividida en dos partes. La primera presenta los personajes principales en el marco de una historia más melodramática que romántica. La segunda se centra en la descripción de los múltiples factores que se implican en una lucha de muchos por intereses muy diversos, en escenas de gran fuerza dramática.
La música es original de Lalo Schifrin, integra 14 composiciones. La voz de las canciones es de Ray Charles. El tema principal («The Cincinatti kid») se ofrece en dos versiones: cantada (inicio y final) e instrumental (escenas intermedias). Una buena ambientación con buena música de Jazz y la presencia de la veterana Joan Blondell (como Lady Manitas) es el gran regalo de la obra al espectador. Muy bien Rip Torn, como rencoroso malvado, acosando a Karl Malden, como pusilánime esposo y antiguo jugador ahora lleno de deudas que hace de crupier.
Se basa en un guión bien construído e inspirado en la novela homónima de Richard Jessup y un montaje notable a cargo de Hal Ashby que luego sería director. Excelente film que nos atrapa con un juego psicológico en esa gran mesa, cinco naipes, una lámpara… y una jota de diamantes que cambiará el destino de los protagonistas.
Reseña escrita y cedida por Antonio Morales
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