«La vida, trayectoria y legado de una de las actrices más intensas y poderosas del Hollywood dorado»
1. Los primeros años de Susan Hayward: De Brooklyn a Hollywood
Nacida como Edythe Marrenner el 30 de junio de 1917 en Brooklyn, Nueva York, Susan Hayward creció en un ambiente humilde marcado por la inseguridad económica característica de las familias trabajadoras estadounidenses tras la Primera Guerra Mundial. Desde joven, mostró una personalidad fuerte, disciplinada y ambiciosa, cualidades que más tarde definirían su carrera como actriz. A pesar de no tener conexiones con el mundo artístico, destacó por su belleza pelirroja y su actitud decidida, cualidades que terminaron convirtiéndola en un rostro atractivo para los estudios de Hollywood.

Durante su adolescencia, trabajó como modelo fotográfica para ayudar económicamente a su familia. Este trabajo le permitió adquirir experiencia ante la cámara y desarrollar una presencia visual magnética. Su salto hacia la actuación se produjo casi por accidente, cuando decidió participar en los castings para buscar a la actriz que interpretaría a Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó (1939). Aunque no consiguió el papel, atrajo la atención de agentes y directores gracias a su voz profunda, su mirada intensa y su evidente fuerza dramática.
A partir de ese momento, firmó un contrato con Warner Bros., iniciando sus primeras experiencias cinematográficas en papeles secundarios. Aunque estos primeros roles no explotaron plenamente su talento, le sirvieron para aprender sobre el estudio, la disciplina y las complejas dinámicas de la industria hollywoodense. Su ascenso no sería inmediato, pero ya era evidente que Hayward poseía algo distinto: una energía poderosa y una autenticidad que presagiaban una carrera brillante.
2. Ascenso a la fama: Los años de consolidación
La carrera de Susan Hayward tomó impulso en la década de 1940, cuando firmó con Paramount Pictures, donde comenzó a recibir papeles más sustanciales. Uno de sus primeros éxitos fue su participación en “Lazos Humanos” (The Lost Weekend, 1945), una película ganadora del Óscar a Mejor Película, donde destacó en un papel secundario que capturó la atención del público y la industria. Aunque su intervención era breve, demostró su capacidad para transmitir emociones complejas incluso con pocas líneas de diálogo.
El verdadero reconocimiento llegó con “Al volver a vivir” (Smash-Up, the Story of a Woman, 1947), donde interpretó a una cantante cuya vida se derrumba por el alcoholismo. Esta actuación le valió su primera nominación al Óscar a Mejor Actriz, marcando el inicio de una serie de papeles intensos, dramáticos y profundamente humanos que se convertirían en su sello distintivo. La crítica comenzó a identificarla como una actriz valiente, capaz de abordar roles emocionalmente exigentes con autenticidad y pasión.
Durante estos años, Hayward se convirtió en una presencia habitual en los dramas psicológicos y melodramas, géneros que dominó con una mezcla singular de fuerza y vulnerabilidad. Películas como “Un grano de locura” (My Foolish Heart, 1949) reafirmaron su estatus como una de las grandes actrices dramáticas de la posguerra. Sus interpretaciones no dependían solo de su belleza, sino de una intensidad emocional que pocas actrices de su época podían igualar.
3. La consagración: Nominaciones, éxito crítico y dominio de los roles dramáticos
La década de 1950 fue la más significativa en la carrera de Susan Hayward. En este periodo, se consolidó como una de las grandes estrellas de Hollywood, acumulando nominaciones al Óscar y construyendo una filmografía que aún hoy es referente del cine clásico. Uno de los títulos más destacados fue “Con demencia criminal” (With a Song in My Heart, 1952), donde interpretó a la cantante Jane Froman. Su actuación, basada en hechos reales, mostró su habilidad para encarnar personajes femeninos complejos marcados por la tragedia y la resiliencia.
A esta película siguieron otras interpretaciones de gran impacto, como “Fuego en la nieve” (The President’s Lady, 1953), donde interpretó a Rachel Jackson, esposa del presidente Andrew Jackson. Esta cinta demostró su versatilidad, permitiéndole explorar un registro más histórico y emocionalmente contenido. Sin embargo, una de sus actuaciones más memorables llegó con “¡Quiero vivir!” (I Want to Live!, 1958), basada en la vida de Barbara Graham, una mujer condenada a muerte. Su interpretación electrizante y profundamente humana le valió finalmente el Óscar a Mejor Actriz, consolidándola como una de las actrices dramáticas más imponentes de Hollywood.
Durante estos años, Hayward también protagonizó “Sólo el valiente” (Rawhide, 1951), “Demasiado joven para ser madre” (I’ll Cry Tomorrow, 1955)—que le valió otra nominación al Óscar—y “Las nieves de Kilimanjaro” (The Snows of Kilimanjaro, 1952), basada en el relato de Hemingway. Su presencia en pantalla era sinónimo de calidad dramática, y su fama se extendió internacionalmente, especialmente en Europa, donde su estilo intenso era muy celebrado.

4. Vida personal: Fuerza, tragedias y resiliencia
La vida personal de Susan Hayward fue tan dramática como muchos de sus papeles. Contrajo matrimonio en 1944 con Jess Barker, con quien tuvo dos hijos gemelos. Aunque al inicio la relación parecía estable, se deterioró con el paso de los años debido a tensiones profesionales y personales. El divorcio en 1954 se convirtió en un proceso mediático complejo que afectó profundamente a la actriz, quien se refugió aún más en su trabajo para sobrellevar la presión emocional.
A pesar de las dificultades, Hayward encontró estabilidad en su segundo matrimonio con Floyd Eaton Chalkley, un empresario ganadero con quien se casó en 1957. Este vínculo le ofreció por fin la tranquilidad emocional que había buscado durante años. Él la apoyó y acompañó durante el período más exitoso de su carrera, ayudándola a encontrar un equilibrio entre su vida profesional y personal.
Sin embargo, la tragedia volvió a golpearla tras la muerte de Chalkley en 1966, un evento devastador para Hayward. A partir de entonces, su salud y ánimo comenzaron a deteriorarse. Aunque continuó trabajando, su ritmo disminuyó y su estilo de vida se volvió más reservado. Su lucha contra la depresión y diversas enfermedades marcó sus últimos años, hasta su fallecimiento en 1975, a los 57 años.
5. Últimos años y legado cinematográfico
En la década de 1960, aunque Susan Hayward seguía siendo una figura respetada, el tipo de papeles que la habían hecho famosa comenzó a escasear debido a los cambios en la industria cinematográfica. Aun así, participó en títulos relevantes como “Valle de lágrimas” (Valley of the Dolls, 1967), una película que se ha convertido en obra de culto por su estilo melodramático y que hoy es vista con un halo icónico del cine de la época. Su interpretación añadió prestigio al proyecto y mostró que seguía siendo una actriz de gran presencia.
Su última participación cinematográfica ocurrió en “Los fuertes también lloran” (The Revengers, 1972), donde compartió pantalla con William Holden. Aunque ya no era la estrella omnipresente de los años 50, su profesionalismo y su habilidad dramática continuaban siendo evidentes. En 1974, realizó una notable incursión en televisión interpretando a la madre de Drácula en The Legend of Lizzie Borden, demostrando que aún poseía fuerza interpretativa.
Tras su muerte en 1975, surgieron debates sobre posibles causas ambientales de su enfermedad, ya que varios actores que trabajaron en El conquistador de Mongolia (1956) desarrollaron distintos tipos de cáncer. Aunque nunca se confirmó oficialmente, la teoría ha mantenido vivo el interés en la figura de Hayward. Su legado permanece intacto: es recordada como una de las actrices más intensas, comprometidas y emocionalmente poderosas del Hollywood clásico. Su combinación de vulnerabilidad y fortaleza dejó una marca imborrable en la historia del cine.
6. Filmografía esencial con títulos estrenados en España
A continuación se destacan algunas de las películas más importantes de Susan Hayward con sus títulos tal como se estrenaron en España. Esta selección representa lo mejor de su carrera y la variedad de géneros que trabajó:

- “Al volver a vivir” (Smash-Up, the Story of a Woman, 1947)
- “Sólo el valiente” (Rawhide, 1951)
- “Con demencia criminal” (With a Song in My Heart, 1952)
- “Las Nieves de Kilimanjaro” (The Snows of Kilimanjaro, 1952)
- “Fuego en la nieve” (The President’s Lady, 1953)
- “Demasiado joven para ser madre” (I’ll Cry Tomorrow, 1955)
- “El conquistador de Mongolia” (The Conqueror, 1956)
- “¡Quiero vivir!” (I Want to Live!, 1958) – Óscar a Mejor Actriz
- “Valle de lágrimas” (Valley of the Dolls, 1967)
- “Los fuertes también lloran” (The Revengers, 1972)
Cada una de estas películas muestra una faceta distinta de Hayward: desde la mujer atormentada hasta la heroína trágica, pasando por personajes históricos y figuras reales. Su capacidad para adaptarse a roles emocionalmente intensos es parte fundamental de su inmortalidad cinematográfica.
Conclusión: Una actriz eterna
Susan Hayward fue, y sigue siendo, una de las mujeres más intensas y complejas del cine clásico. Su talento para expresar dolor, fuerza, resiliencia y fragilidad la convirtió en una artista de referencia, capaz de protagonizar historias duras sin perder un ápice de humanidad. Su carrera, reconocida con múltiples nominaciones y un Óscar a Mejor Actriz, continúa siendo un ejemplo de dedicación, potencia dramática y autenticidad. En un Hollywood que a menudo premiaba la superficialidad, Hayward se distinguió por su verdad.
Su legado permanece entre los grandes nombres del cine, y su obra sigue viva en la memoria de los amantes del séptimo arte. Susan Hayward no solo actuó: vivió intensamente cada papel, dejando una huella imposible de borrar.

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