RIO ROJO (1948)

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-Western memorable-

Por Antonio Morales

«Río Rojo» (Red River) de 1948, es un western emblemático de Howard Hawks que nos presenta a Tom Dunson (un soberbio John Wayne), un vaquero cuyo rostro y carácter acusa y transmite su tortura moral, que abandona la caravana de pioneros donde viaja – incluida la mujer a la que ama – para establecerse en solitario en los fértiles pastos del medio Oeste. Poco después su joven prometida morirá a manos de los indios dejando en él una herida personal irreparable en forma de arrepentimiento y culpa.

Hawks convierte en imágenes la emoción, a veces epidérmica e ingenua, otras honda y moral, propia de la aventura del pionero. Tras catorce años criando ganado junto a su hijo adoptivo Mathew Garth (estupendo Montgomery Clift) y Groot, un viejo cocinero (sublime Walter Brennan), que encarna al eterno amigo fiel depositario de la verdad, deciden contratar a unos vaqueros para trasladar y vender más de 9,000 cabezas de ganado.

Western inmortal sobre la transmigración del ganado, una odisea épica que pondrá a prueba la resistencia humana ante las dificultades insalvables de tan vasto y salvaje territorio. En esta trashumancia de ochocientas millas, desde Austin a Abilane, se trata de llegar al ferrocarril, para abastecer de carne a todo el país. Todo está ligado a los intereses personales de Tom Dunson (John Wayne), un hombre hecho a sí mismo, cuyos métodos son demasiado severos y desproporcionados, sin estar privados de una siniestra grandeza, como el hecho de recitar una plegaria misericordiosa, sobre la tumba de los hombres que ha matado poco antes: “Nada traemos a este mundo y nada nos llevaremos de él”.

Un itinerario iniciático que también sirve para delinear la evolución de los distintos personajes, con esas amistades encubiertas bajo circunstancias adversas, con ese sentimentalismo disimulado por inofensivas ironías o con el inefable humor del gran Walter Brennan.

Rio Rojo es un western muy físico, espacios abruptos y cambiantes, cabalgadas con nubes de polvo, las inclemencias del tiempo, la escasez de comida y la temible estampida. A estas alturas, el clasicismo hawksiano, en el cenit de su apogeo ya no sorprende a nadie, pero sí puede conseguir aún su loable sencillez narrativa lograda a base de un proverbial sentido práctico, capaz de hacer de la elipsis o de la disposición de los actores en el encuadre inmejorables generadores de significado.

La elipsis es, justamente, el factor clave para la eficacia del prólogo del film, en el que se dibuja la base de la personalidad autoritaria y sentimentalmente frustrada de Dunson y su deseo de afirmación individual muy propia de la índole mitológica a la que, en el fondo “Rio Rojo” se adscribe.

En cuanto a la distribución de los personajes en el interior del plano, se trata de uno de los aspectos fundamentales del cine de Hawks, un cineasta que a menudo adecuaba la planificación de una escena en función de la situación emotiva o psicológica del personaje dentro de ella y dentro de la evolución del conjunto de la historia. la música de Dimitri Tiomkin ilustra y ennoblece el primer guión importante que escribió Borden Chase basado en su propia novela con final reelaborado por Charles Schnee, adapta el relato «The Chisholm Trail» (1946-47), luego escribió para Aldrich, Walsh, Sturges y Mann.

Es pues, un grandioso western sobre ganaderos emprendedores, la puesta en funcionamiento de la maquinaria que habría de fabricar una nación. Recomiendo ver la versión auténtica que es en Blanco y Negro para apreciar y respetar el excelente trabajo del fotógrafo Russell Harlam.

Reseña escrita y cedida por Antonio Morales

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