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Introducción
En el escenario convulso de los años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, apareció en pantalla una obra que mezcla comedia, drama, romance y un mensaje antibélico poco habitual en su momento: La delicia de los idiotas (1939). Con dos de las grandes estrellas del Hollywood clásico —Clark Gable y Norma Shearer— al frente del reparto, el filme aborda desde un tono aparentemente ligero lo que muchos evitaban: la posibilidad de un conflicto global y sus consecuencias humanas.
Para los amantes del cine clásico, esta película constituye un puente entre el star system de la MGM de los años treinta y la urgencia dramática de la era de guerra. Hoy puede verse online y gratis en nuestra web de cine clásico, lo que permite redescubrirla en su justa dimensión.

Datos técnicos
- Título original: Idiot’s Delight
- Título en español: La delicia de los idiotas
- Año de estreno: 1939
- Fecha de estreno en EE.UU.: 27 de enero de 1939
- Duración: 107 minutos
- País de producción: Estados Unidos
- Director: Clarence Brown
- Guion: Basado en la obra de teatro de Robert E. Sherwood (ganadora del Premio Pulitzer)
- Música: Herbert Stothart
- Fotografía: William H. Daniels (blanco y negro)
- Compañía productora y distribuidora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
- Género: Comedia dramática con elementos musicales y trasfondo bélico
- Reparto principal:
- Norma Shearer como Irene Fellara
- Clark Gable como Harry Van
- Edward Arnold como Achille Weber
- Charles Coburn como Dr. Waldersee
- Joseph Schildkraut como Capitán Kirvline
- Burgess Meredith como Quillery
Trama
En la primera parte de la película, conocemos a Harry Van, un veterano de la Primera Guerra Mundial que ha tratado de recuperar su vida como artista de variedades. Él trabaja con una danzarina en un acto de telepatía y magia ligera, y en ese mundo conoce a Irene, una trapecista que asegura haber huido de Rusia y presenta un aire enigmático. Surge entre ellos una rápida conexión, aunque él se mantiene escéptico ante sus relatos.
Veinte años después, Harry lidera un espectáculo de variedades conocido como “Les Blondes”, que está de gira por Europa. El grupo se encuentra en tránsito en una región alpina y queda hospedado en un lujoso hotel de un país ficticio, mientras los rumores de guerra comienzan a crecer. Allí reaparece Irene, ahora transformada: rubia, sofisticada, aparentemente ligada a un poderoso barón del comercio de armas, Achille Weber. Harry no la reconoce de inmediato, y su regreso provoca tensión entre recuerdos, identidades falsas y la inminente catástrofe.
El clima se hace más tenso cuando se revela que el hotel se encuentra cerca de un aeródromo militar, con aviones que despegan y una frontera a punto de cerrarse. Mientras los personajes conviven —el científico alemán Waldersee, el pacifista Quillery, el aristócrata Weber y otros— el telón de fondo de la guerra se impone. Al final, la película combina romance, suspenso y un mensaje sobre la futilidad de los conflictos armados, cerrando con un tono ambiguo que deja al espectador reflexionando sobre la ironía del “placer de los idiotas” ante la locura colectiva.
Producción y rodaje
La película se basa en la obra teatral de Robert E. Sherwood, ganadora del Premio Pulitzer en 1936. Para su adaptación cinematográfica, el propio Sherwood amplió el guion y trasladó la acción a un contexto más visual, sin limitarla al espacio teatral del hotel alpino.
El director Clarence Brown, veterano en MGM, transformó el material escénico en una producción cinematográfica con 42 decorados y más de 160 escenas. La filmación se desarrolló en estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer, ambientando la historia en un país alpino ficticio para evitar referencias directas a Italia o Alemania, en pleno clima político prebélico.
Uno de los detalles más curiosos del rodaje es el uso del esperanto en carteles y documentos de la película. MGM empleó este idioma universal para disimular la identidad del país retratado, una estrategia que evitaba conflictos diplomáticos. Aun así, el filme fue prohibido en varios países europeos por su tono antibélico y su crítica implícita al armamentismo.
Anécdotas y curiosidades
- Es la única película en la que Clark Gable canta y baila, interpretando el tema “Puttin’ on the Ritz” junto a un grupo de coristas.
- Norma Shearer, habitual de papeles elegantes en MGM, mostró aquí un registro distinto, más excéntrico y humorístico, con un acento ruso deliberadamente caricaturesco.
- Existen dos finales diferentes: uno para el público estadounidense, más sombrío, y otro para el mercado internacional, con un cierre esperanzador en medio del bombardeo.
- A pesar de su presupuesto de más de un millón y medio de dólares, la película no recuperó la inversión en taquilla. Sin embargo, con el tiempo ha sido revalorizada por su audacia temática.
- El título original, Idiot’s Delight, hace referencia a un juego de cartas solitario conocido coloquialmente como “la delicia del idiota”, metáfora del aislamiento y la ceguera colectiva ante la guerra.

Premios y reconocimientos
Aunque La delicia de los idiotas no fue un gran éxito comercial ni de premios, sí destacó en su contexto histórico:
- Fue reconocida por la prensa cinematográfica de 1939 como una de las películas más interesantes del año fuera del circuito de grandes éxitos.
- Obtuvo el premio Photoplay Award como “Mejor película del mes” en abril de 1939.
- Su mayor legado no fue un galardón, sino su valentía al abordar el tema del militarismo cuando Hollywood aún era reticente a hacerlo.
Conclusión y por qué hay que verla
La delicia de los idiotas representa una combinación fascinante entre comedia, romance y crítica social, sostenida por el carisma de Clark Gable y la elegancia de Norma Shearer. Su tono ligero encubre una advertencia sobre la guerra y la indiferencia colectiva ante el peligro, lo que la convierte en una pieza cinematográfica con resonancia moral y emocional.
Vale la pena verla porque ofrece momentos inolvidables: el número musical de Gable, el reencuentro de los protagonistas en el hotel alpino, y la tensión creciente hacia un desenlace simbólico y poderoso. Además, su ambientación, su fotografía en blanco y negro y su discurso pacifista la convierten en una joya del Hollywood de 1939.
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