«TRAPECIO» PELÍCULA CLÁSICA COMPLETA EN ESPAÑOL
TRAPECIO, EL CIRCO COMO MODO DE VIDA
Estos día he revisado muy a gusto en FILMIN, Trapecio (Trapéze/ USA, 1956), una notable producción Hecht&Lancaster dirigida sin mucho entusiasmo por el reputado autor de El tercer hombre, Carol Reed. El guión fue escrito por James R. Webb, la excelente fotografía la puso Robert Krasker, y la música propia del circo la puso Malcom Arnold.
Tony Curtis era parte de un trío junto con Burt Lancaster y en cuyo vértice sobresalía una exuberante Gina Lollobrigida que fue, en realidad, quien puso el subrayado a la película. La “Gina” era desde los tiempos de Pan, amor y fantasía (Italia, 1953), uno de los mayores mitos eróticos del momento. Entonces yo había crecido, ya debía tener once años, lo suficiente para apreciar el nerviosismo que sus encantos provocaba entre los mayores. Naturalmente, dichos encantos tampoco pasaron desapercibidos por la censura que operó sus consabidos cortes (ampliados muchas veces por los propios censores parroquiales).
En los carteles originarios, la Gina era representada en una escena de barras con sus dos grandes motivos pectorales así como sus piernas desnudas, mientras se veía como Tony Curtis le estampaba un beso en los labios desde el air, mientras se balanceaba el hermoso cuerpo desplegado de la Gina, mientras que Burt Lancaster los observaba desde una proximidad tensa. Sin ser de las grandes, Trapecio sería una de las más populares películas con tema circense.
La trama se ocupa centralmente sobre el trío protagonista (eso sí, muy bien arropado por secundarios de lujo como lo eran Thomas Gómez y la inolvidable Katy Jurado), y se desarrolla básicamente sobre el escenario del trapecio. Lo demás apenas sí tiene la categoría de apuntes. Cuenta como Tino (Curtis), un joven y arriesgado trapecista que me recordaba vivamente al Gran Sebastián por sus audacias, llega al circo D´ Hiver para sustituir a Orsini, uno de los mejores trapecistas del mundo, fallecido en un accidente laboral.
Tino se propone incorporar al número nada menos que el triple salto mortal, un concepto que se incorporaría al lenguaje común como una expresión (por ejemplo, “es como sí me pidieran que haga el triple salto mortal”, que sirve para definir un juego extremadamente peligroso), para lo cual requiere la ayuda del antiguo compañero de Orsini, Mike Ribble (un contenido e intenso Burt Lancaster, lejos de sus papeles en el cine de aventura que tanta exaltación produjeron entre los niños de la época) el antiguo compañero de Orsini, y que como el Gran Sebastián, ha sido relegado a funciones subsidiarias; la competitividad en el circo no perdona.
Ribble se siente todavía culpable de la muerte de Orsini, y es un hombre amargado, escéptico, que no quiere saber nada de volver a empezar, y que rechaza los ofrecimientos de Tino. Cuando el equipo comienza funcionar, Tino impone la presencia de Lola (Gina), una seductora trapecista que va a hacer tambalear la relación entre los dos hombres.
Dos detalles suplementarios.
Entonces todo el mundo repetía entonces que el doblaje de Lola-Gina lo había hecho “Pinito de Oro“, de la que se decía que “era la mejor trapecista” del mundo, un criterio derivado de los periódicos porque en mi pueblo desde luego, nadie la había visto.
Todo el mundo sabía también que Burt Lancaster, además de ser un consumado atleta, había formado con su amigo de infancia Nick Cravat (su amigo y cómplice en El halcón y la flecha y de El temible burlón), un dúo de acróbatas circenses, de manera que, en este caso sí, se aseguraba que había actuado sin que le doblaran, un valor muy considerado en una época en la que se podía discutir estas cosas.
Artículo escrito y cedido por Pepe Gutierrez Álvarez
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