LA SOCIEDAD DE LA NIEVE

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LA SOCIEDAD DE LA NIEVE 

– En comunión con la montaña –

Texto por GERARDO CREMER

Estreno: 15 de diciembre de 2023

En Netflix desde el 4 de enero de 2024

Director: J. A. Bayona (Barcelona, 1975)

Calificación: 3 estrellas de 5

Sociedad y hábitat

Ya desde el comienzo de ‘La sociedad de la nieve’ sabemos lo que va a ocurrir en la película. Esa es la premisa con la que J.A. Bayona afronta la narración. La historia es muy conocida. Las propias víctimas uruguayas de la tragedia aérea en los Andes se han encargado de pervivirla, luchando para que no se olvide, al mismo tiempo que sus intenciones les han llevado a la rehabilitación de los acontecimientos reales, quitando peso a la mítica de la antropofagia como acto de supervivencia y centrando lo importante en la idea de comunidad, con una clara conexión religiosa, donde se actúa por un bien común, sacrificando incluso la existencia propia por la pervivencia de la sociedad a la que se pertenece.

Lo más impactante del film de J.A. Bayona reside en ver el proceso de formación de esta comunidad, concienciada en la pervivencia de la especie, incluso cuando uno ya ha muerto, al perdurar en la existencia de aquellos que continúan con vida. Dentro de los elementos que conforman un ecosistema, el hábitat pasa a ser el fundamental, ya que selecciona a las especies que pueden habitar en él, obligadas a adaptarse a sus condiciones meteorológicas y geológicas. La tragedia asoló a los pasajeros del vuelo 571 que el 13 de octubre de 1972 se estrelló en la cordillera de los Andes. De los 45 pasajeros del vuelo, incluida la tripulación y 19 de ellos jóvenes pertenecientes a un equipo uruguayo de rugby, tras el aterrizaje forzoso sobrevivieron 32 personas, pero tras la primera gélida noche, a 3500 metros de altura, solo quedaron 28 personas vivas.

Cuando fueron rescatados, el 21 de diciembre, gracias a la travesía hasta Chile, a través de las montañas, realizada por dos de los supervivientes (Nando Parrado -interpretado por Agustín Pardella en la película- y Roberto Canessa -Matías Recalt-), sólo quedaban 16 personas con vida, tras más de dos meses de supervivencia extrema. El hábitat fueron las montañas, la nieve, la falta de comida, el frío glaciar y las avalanchas; y la belleza perenne del paisaje imponente, que apenas deja espacio, por su escala, para la vida. En cierta forma, a los 28 supervivientes del accidente la lógica de su existencia se les dio la vuelta. Ahora era el hábitat quien dominaba al hombre, quien imponía sus reglas. Y las reglas no eran otras que las de no perturbar su poder, reduciendo la existencia de los pasajeros a un espacio limitado, casi microscópico, observado desde las alturas.

El gran acierto de Bayona y su guionista Bernat Vilaplana radica en la introducción de la voz en off que conduce el relato. Esta corresponde al joven Numa Turcatti (Enzo Vogrincic), que va narrando los acontecimientos como si fuera un diario. En la primera parte de la película, Numa se erige como protagonista del relato; será quien nos facilite la descripción de la clase social de los jóvenes (clases medias-altas, educados en la moral cristiana), las reticencias al viaje, pero al mismo tiempo los deseos de juventud de empezar a disfrutar la vida. Tras el accidente, su presencia empezará a diluirse entre el resto de actantes, será él quien nos vaya introduciendo al resto de amigos y compañeros de viaje, quien vaya trasladando al espectador las difíciles, por no decir imposibles, condiciones de vida. Y será él quien vaya configurando el concepto de sociedad que se va creando en el nuevo hábitat, donde ya no existe la protección de los padres, donde la presencia de Dios no tiene cabida y donde la esperanza se va evaporando con la ristra de muertos que los días van dejando a su paso.

Lo que funciona es esa mezcla de fortaleza individual, en la propia lucha por la supervivencia, y la creación de la comunidad, donde cada uno adquiere un rol determinado, donde cada persona trata de ayudar a la supervivencia del otro y a la supervivencia de la sociedad como especie. La voz de Numa servirá como mecanismo de nexo entre cada uno de los individuos, y servirá también como esa voz de conciencia comunitaria que habla por el todo, por el bien común, olvidándose de la tragedia y del dolor individual. ‘La sociedad de la nieve’ tiene su golpe de efecto más importante en el personaje de Numa, en su voz y en su existencia, manteniéndose hasta el final, como colofón conclusivo a la idea de una sociedad establecida.

Ritmo e imagen

J.A. Bayona es un digno heredero del cine de Spielberg, tanto en lo bueno como en lo malo. Su cine tiende al perfeccionismo de la imagen y a un trascendentalismo que se mezcla con la espectacularidad. Su base narrativa reside siempre en la fuerza humana de sus personajes, a los que ensalza con la fuerza visual de sus encuadres. Y muy especialmente en ‘La sociedad de la nieve’ la emoción surge de la “fisicidad” que desprenden sus imágenes. Como Spielberg, Bayona sabe que el cine, para emocionar, debe ser creíble y para disfrutarlo debe ser espectacular, manteniendo un ritmo progresivo marcado por sus golpes de efecto bien distribuidos a lo largo de la trama. La fisicidad se alcanza al haber filmado en los escenarios reales, al trasladar la sensación de frío, de dolor, de hambre y sufrimiento, a los rostros de unos actores desconocidos que van cobrando relevancia a lo largo del metraje.

Lo más sorprendente de ‘La sociedad de la nieve’ es que Bayona consigue que nos creamos ese padecimiento diario. Los mejores momentos de la película pertenecen al ámbito más privado, cuando todos los supervivientes pasan horas en el interior del avión estrellado, refugiándose del viento y del frío. Hay una escena donde los jóvenes supervivientes recitan poemas improvisados para entretenerse. La sensación es la del tiempo detenido. La que nos lleva a sentir que lo importante reside en lo sencillo, entendiendo que cada uno de nosotros somos diferentes, individuales, pero que, al mismo tiempo, somos la comunidad que nos arropa. Pero la fisicidad también se aprecia en el hábitat, en la filmación de la cordillera alpina, en su grandeza, belleza y frialdad inhóspita. Nos traslada la sensación de que las duras condiciones de vida son reales.

Tampoco Bayona desatiende el plano individual. Posiblemente peca de esa tendencia suya al perfeccionismo, a la composición “emotiva”. Por ejemplo, tras la avalancha que cubre de nieve el interior del avión, se muestra la oscuridad y se escucha el silencio. Poco después compone la imagen con planos de partes del cuerpo perforando la nieve, manos y cabezas que surgen de la capa de hielo, rompiéndola, para permitir respirar, vivir, en definitiva. También las secuencias de la marcha de Parrado y Canessa hacia Chile están marcadas por la belleza visual, por la grandiosidad del paisaje que apunta al cine de Herzog.

Finalmente, en Bayona cabe destacar el ritmo fílmico, la manera de componer el guión que apenas deja espacio para los tiempos muertos. La historia, al analizarla levemente, está cargada de la estructura clásica de la dramaturgia del guión. Pero esa parcialización en la composición de la escritura crea cierta sensación, repetitiva, de momentos iniciados y finalizados como piezas separadas de un drama, olvidándose del concepto de comunidad, de unión, de vida diaria no sujeta a las bases de la escritura dramática.

Religión y aventura

Como ya ocurría en ‘Lo imposible’ (2012), la fuerza individual del ser humano está, al mismo tiempo, rodeada de cierto halo de trascendencia religiosa. La sociedad formada tras el accidente, no solo acaba aplicando un “buenismo” inusitado, sino que muchos de sus comportamientos se convierten en símiles cristianos. Así, el controvertido tema de la antropofagia (para sobrevivir, los supervivientes acabaron comiéndose a los muertos) encuentra su símil en el sacramento de la comunión católica. Bayona le quita importancia a este proceso, al mostrar en off los momentos más desagradables y también al convertir en anónimo la carne de los cuerpos ingeridos por los supervivientes. Pero el símil cristiano aparece cuando los vivos ofrecen su cuerpo, al resto, en caso de que fallezcan. “El cuerpo entregado a ustedes”, el estar presente en los demás: ese el gran tema que preside ‘La sociedad de la nieve’, con la voz de Numa sobrevolando toda la película.

Hay que destacar, por último, que otro de los grandes logros de ‘La sociedad de la nieve’ reside en no prescindir de ciertos tropos genéricos como, en este caso, el cine de aventuras. Como explicaba José María Latorre en su libro ‘La vuelta al mundo en 80 aventuras’, el cine de aventuras es aquel que «se refiere a la odisea que vive una persona enfrentada a unos hechos o unas acciones que tienen lugar fuera de su medio natural y a través de las cuales puede correr peligro de muerte». Pues eso es exactamente de lo que trata ‘La sociedad de la nieve’: de vivir una aventura.

Artículo escrito y cedido por GERARDO CREMER de https://bilbaoenvivo.wordpress.com/

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