EL TREN
-El tesoro artístico de Francia-
Por Antonio Morales
«El tren» (The Train) de 1964, dirigida por John Frankeinheimer. Un cineasta injustamente denostado y de escaso prestigio en Europa, que pertenecía a lo que se denominó «La generación de la televisión«. Junto a Sidney Lumet, Arthur Penn, Robert Mulligan, Martin Ritt y Franklin J. Shaffner, calificados como la conciencia liberal del Cine Americano. Me parece un cineasta muy interesante con una estupenda filmografía de cine social, político, drama humano y sobre todo cine de acción, como «Ronin» con Robert De Niro.
Film narrado con pulso firme, recoge un episodio sobre el expolio que Alemania quería someter a Francia a finales de la segunda guerra mundial. Basada en el libro “Le front de l´Art” de Rose Valland, responsable del museo «Jeu de Paume«, lugar donde se almacenaban las obras de arte que los alemanes habían saqueado de Museos y colecciones privadas de Francia antes de su traslado a Alemania, guionizada por Franklin Coen y Frank Davis, espléndida música del gran Maurice Jarre.
Este film encaja perfectamente en la definición de lo que, a mi entender, es el cine histórico y, a la vez, cine bélico como género, o sea, aquel que toma la realidad de la guerra y de los hombres enzarzados en el combate y los erige en protagonistas centrales de un tesoro artístico y la ficción cinematográfica. A pesar de que Frankenheimer sustituyó a Arthur Penn a principios del rodaje, el film coincide con la tendencia habitual del cineasta en elegir relatos en torno a personajes enfrentados por un mismo objetivo desde distintos puntos de vista.
Nos hallamos en los últimos días de la ocupación alemana en París. El coronel alemán Von Waldheim (Paul Scofield), un oficial culto que conoce y valora el arte, decide por iniciativa propia fletar un tren con un valiosísimo cargamento de pinturas modernas e impresionistas. El coronel es consciente que la guerra está perdida, pero también sabe valorar el arte en toda su dimensión, y que esos cuadros son el alma de Francia y un cheque en blanco al portador.
Por otro lado, Labishe (Burt Lancaster), operario de ferrocarriles y miembro de la “Resistencia”, un tipo rudo y vulgar, pero un patriota que en su vida ha oído hablar de Renoir, Gauguin, Monet o Picasso, que recibe instrucciones para retener como sea ese maldito tren del que desconoce su valía, ante la inminente llegada de los aliados. Más allá de la apreciación subjetiva de Labishe, el traslado de los cuadros es el pretexto del film para articular el enfrentamiento entre una “raza superior”, la aria y lo que se denominó “el orgullo de Francia”.
Buena parte del interés reside en la habilidad del cineasta para integrar el discurso interior que se plantea (dos formas de entender el nacionalismo), con el discurso exterior: un duelo pleno de tensión y heroísmo, entre la fisicidad arrolladora de Lancaster por sabotear el tren y la sensibilidad reflexiva de Scofield por llevar su “tesoro” a Alemania.
La estupenda fotografía en blanco y negro beneficia sobremanera el resultado final de “El tren”, las barrocas inclinaciones de la cámara, el tratamiento sombrío de sus imágenes es coherente con el drama humano que se nos muestra, así como el obstinado enfrentamiento de sus protagonistas, hasta el punto que buena parte del contenido sentimental del relato, recae especialmente en los personajes secundarios: el anciano maquinista (Michel Simon), la dueña del motel (Jeanne Moreau), el adolescente que sabotea la alarma antiaérea, incluso el sensato ayudante del coronel le ruega que abandone su quimera.
Destacar también en «El Tren«, las espectaculares escenas de acción del ferrocarril con su peculiar idiosincrasia, los agudos trucos del oficio del ferroviario, la carbonilla y el aceite que impregna los rostros de angustia y esperanza ante la huida del invasor. La reflexión que plantea esta emotiva película basada en hechos reales, que pasó inadvertido en su tiempo, aún hoy despierta enconadas disputas dialécticas sobre el tema: la preservación del arte y la cultura ante un grandioso sacrificio humano por salvaguardar el alma cultural y espiritual de un país.
Reseña escrita y cedida por Antonio Morales.
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