UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD (1966)

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Un hombre para la eternidad 1966

«Si el honor fuera rentable, todo el mundo sería honorable«.
Thomas More (1478/1535) Decapitado por ser fiel a sus principios morales.

«Un hombre para la eternidad» (A Man for All Seasons, 1966), disponible en varias plataformas, es un drama histórico pero siempre actual, que aborda una eterna encrucijada moral como es la objeción de conciencia. En un mundo como el actual donde todo vale, sin importar el precio, donde el fin justifica los medios y mentir sale gratis, las personas con conciencia son cada vez más escasas. El guión es lo mejor de la película, especialmente fiel a la realidad histórica, como la representación del juicio, pues los diálogos son tomados de las actas que se conservan del mismo. Un trabajo marcado en todos sus aspectos por la sobriedad, por la seriedad de una propuesta rigurosa y decidida a situar en primer término la importante temática tratada. Quién sabe si el film hubiera tomado otros derroteros de haber prosperado alguna de las ideas iniciales de los productores, quienes pretendían que el papel de Moro fuera interpretado por Laurence Olivier o Richard Burton, y que el del Cardenal Wolsey recayera en Alec Guinness.

Pero reivindicando con firmeza ese tono de sobriedad antes aludido, el director Fred Zinnemann no transigió e impuso a Paul Scofield y a Orson Welles en dichos papeles. Scofied se prodigó muy poco en el cine y era casi un desconocido para el gran público, pero era ya una leyenda del teatro inglés y, de hecho, había ya protagonizado en los escenarios la pieza de Robert Bolt que da origen al film. A su lado en el teatro había estado también Leo McKern encarnando al malvado Cromwell. La acción transcurre en 1529, tras la caída de Wolsey, Sir Tomas Moro es nombrado canciller del reino (una especie de primer ministro), sería el cénit de su carrera política y paradójicamente la perdición de un hombre insobornable. Enrique VIII (Robert Shaw) pretendía con su nombramiento, valerse del prestigio de Moro en toda Europa (amigo de Erasmo de Rotterdam), para defender su divorcio de Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena sin romper con El Vaticano. Moro no sólo mantuvo siempre la irrenunciable legalidad del matrimonio real con la hija de los Reyes Católicos, sino que afirmó la suprema autoridad del Papa sobre todos los católicos, incluidos los ingleses con su célebre proclama: “Primero es Dios y luego el rey”.

Robert Shaw (como King Henry VIII)

Fiel esposo y devoto padre, Moro fue un gran humanista y cristiano practicante. Su capacidad para la amistad, su amabilidad para con los sirvientes, su amor a los animales, a la música, a la lectura y su grata conversación, hacían de él un buen y amado hombre de paz. Según los historiadores, Moro era un santo, pero había en él una dura corteza de granito como opositor en el debate, un severo crítico cuando sus principios eran injuriados. A su antagonista Enrique VIII, el folclore británico lo presenta como un rey castizo, simpático y amigo del buen vivir. Es cierto que sentó las bases del futuro poderío naval inglés, la industria y el comercio florecieron, pero no es menos cierto que también fue el rey más tirano y depravado de la historia de Inglaterra.

Orson Wells en Un hombre para la eternidad 1966
Orson Wells en Un hombre para la eternidad 1966

Moro afronta el dilema entre la necesidad íntima de ser fiel a uno mismo o la opción de auto traicionarse en aras a una conveniencia política que, en este caso que nos ocupa va ligada en la práctica a la supervivencia. Thomas More (en inglés) fue un hombre noble, ecuánime e íntegro que mantuvo sus principios hasta las últimas consecuencias. Los brillantes diálogos condensan un film quizás algo frío y académico, aunque impecable y sereno en su desarrollo, gracias a una magistral música de Georges Delerue, la fotografía elegante de Ted Moore, los secundarios de la talla de Wendy Hiller (Alice More), Susana York (Margaret More) y Vannessa Redgrave (Ana Bolena), dan al film una impecable factura. Sir Tomas Moro tenía la dignidad de un filósofo y la fe de un mártir. Un santo que fue canonizado en 1935 por el Papa Pío XI. Ganadora de 6 Oscars con 8 nominaciones, pero memorable y de profundo calado en sus diálogos.

Artículo escrito y cedido por Antonio Morales

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